Todo.

 No se que es, no se cuando explotó.

No se como controlarlo, no se como manifestarlo.

Solo se que existe, fluye dentro de mi; implacable, impredecible… Hermoso.

Puedo visualizar todos sus rostros, antiguos amores; algunos sentidos con más claridad, enterneciendo cada fibra de mi ser. otros en los que la tensión pudo perdurar más tiempo, hubo unos cuantos breves y apasionantes, otros largos y profundos, pero ninguno que recuerde haya sido en vano.

Ahora la música una vez más tiene sentido, el viento al fin usa palabras que puedo comprender, y las hojas de los árboles una vez más empatizan conmigo.

Ahora más que nunca, puedo sonreírle a la canción más triste, y llorarle a las carcajadas de quienes me rodean, así como ahora puedo enamorarme de la nube más alargada y reírme del desfilar de las hormigas.

Pero es imposible no explotar, porque mi sonrisa tiene un límite, porque mis cuadernos se terminan, porque la calle para pedalear se acaba. No quiero disfrutar del paisaje, quiero fundirme en él, quiero ser las aves revoloteando indiferentes a mi observar, así como quiero ser el sol poniéndose al fondo de las montañas. Quiero ser el azul del cielo, quiero ser el rosa de los tejados, quiero fusionarme con el todo para dejar de interpretar y comenzar a ser.

Quiero que mi cuerpo al morir se reúna con la tierra, que de la tierra crezca un árbol, que ese árbol sea hogar de aves, insectos y microbios. Que ese árbol convierta dióxido de carbono en oxígeno, que ese oxigeno sea respirado por un pequeño colibrí, que le dé un soplo más de vida para poder recoger el néctar de una de mis flores, que esas flores las recoja alguien para regalarlas, que ese detalle haga que el amor entre aquellos seres perdure, que la dicha provocada por ese sentir los haga salir y ser buenos, que compartan, vivan, que amen. Que todo me pertenezca así como yo le pertenezco a todo.

Quiero ser parte de todo.





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