El pescador

 De todos los trabajos, profesiones y andares

Creo que el pescador sueña y arriesga mucho más del crédito que se le da. 

Solo él sumerge el sedal hacia paisajes que conoce solamente por historias, territorios fantásticos que aparentan ser de otro mundo. 

De su mano tostada por el sol nace, se extiende la caña, cual miembro oscuro, largo y huesudo... fascinante ramificación de su cuerpo que se adentra en esos parajes en su nombre para descender cientos de metros llevando con ella la promesa del alimento, el anhelo de la subsistencia, de la seguridad.

Se transforma esta ahí abajo en un depredador ciego, un seductor botín para las inocentes presas que nunca se habrían atrevido a imaginar que pueda existir un mundo más allá de la superficie. 

y muy lejos de ella, bajo el calor del sol, se mantiene él; tenso, estático, en alerta. 

Imagina con desesperación todas las corrientes, peces, naufragios y sirenas que los sutiles jaloneos de su caña revelan en un lenguaje que nadie más sería capaz de comprender. 

Se mantiene ahí, solemne, en perpetua oración. Pasan horas hasta que una presión que viene del otro extremo le revela que la trampa fue tendida, y su hechizo surtió efecto.

Comienza de un segundo a otro el feroz enfrentamiento con su contrincante, cuyos ojos solo conocerá una vez que se les hayan escapado la vida. Se enfrasca en una lucha que solo puede terminar en la muerte del uno, o la promesa de esta en el otro. 

En un último jalón aterrorizado, llama con desesperación a su anzuelo, ruega a su alma para que regrese hasta su mano desde las profundidades del silencioso océano. 

Silencio.

Un respiro hondo, un minuto de descanso, de luto.

Una vez que sus latidos recuperan su pulso, levanta el ancla y emprende el viaje de vuelta, el regreso a la seguridad de su hogar. Se desplaza lentamente por la azulada piel de ese entorno que tanto conoce, cuyas líneas aprendió a interpretar desde niño, y ahora viejo las recorre con cariño.

Llega con la puesta de sol a la línea que divide su mundo con el otro, y pone por una nueva ocasión los pies sobre la arena, y por un día más se sabe a salvo. 

Cruza el portón, y se deja recostar junto a su niño. 

Cierra los ojos el pescador, relaja el cuerpo y se deja navegar por otro océano, que yace detrás de sus ojos.

Esta noche sueña con la hazaña que vivió unas horas antes, solo que en esta ocasión, el es la presa. 

Comentarios

Entradas populares